sábado, 17 de noviembre de 2007

De vigilias y sueños...

Dormir es una de las cosas más breves en mi vida diaria. Desde que tenía 6 años todos mis compañeros se quejaban de la obligación de tener que dormir a las 9 de la noche y para mi todo eso era demasiado lejano. Yo me dormía a las 11 o 12, ya que de alguna forma la noche me producía hiperactividad y creo que todavía es así. La lamentable diferencia, es que ahora las horas no me alcanzan ni siquiera mientras permanece el sol, por lo tanto mis rutinas toman parte de mi noche y mi espacio de hiperactividad se retrasa y posterga, pero nunca lo suficiente como para desaparecer. Dormir a las 2 y media de la mañana es suficiente para mi ocio, mis pensamientos, mis conversaciones existenciales con la única persona más existencial que yo y para todas las cosas que se puedan imaginar, pero no para mi cansancio, aunque a esta altura creo que ya me es amigable.
El soñar ya se me había olvidado. Nunca he tenido el privilegio de vivir un sueño como haciendo parir poesía. Creo que todos mis pensamientos en vigilia que intento hacer prosperar, se transforman luego en sueños necios y sin sentido. Esa es otra de mis grandes contradicciones, paso de las complicaciones en mi cabeza a las simplezas de una ensoñación. Anoche esos sueños regresaron, tan inconclusos como siempre y tan agradables. Imágenes conocidas, algunas para disfrutar, otras para olvidar. En el medio símbolos sin sentido, cosas demasiado cotidiana y al mismo tiempo totalmente lejanas, no utilizadas, ajenas, burlonas, quejumbrosas. Despierto confusamente, pero recuerdo. Esa sensación es sumamente agradable: sentir un mosaico de imágenes sin tiempo ni espacio, que me invitan a romper neuronas tratando de ordenar todo, no perdiendo el cuidado de no romper lo que en mi despierta totalmente frágil y enormemente disperso. Afuera, todo aparece. Esos símbolos, mis símbolos, esos que buscaba mientras soñaba, esos que buscaba confundida para nunca encontrar, aparecen, tan concretos, tan reales, que me hacen entrar en otra confusión. Ahora si que he extraviado el sentido, no entiendo por qué las cosas que vi están ahora ahí, frente a mi.
Eso es lo agradable de soñar: ganas una invitación a seguir con las ideas, pero ahora en vigilia nuevamente, transformándose de la simpleza de una noche a lo complicado e infructífero de un nuevo día con los rayos del sol montando en tu cabeza para alimentarte de pensamientos. Eso es lo que nunca desaparece, durmiendo o soñando, puedes dejar de sentirte vivo, dejar el sentir vital, pero las ideas, siempre regresan, siempre permanecen, creando o destruyendo, pero ahí están.